Nervios y mucha emoción.
El pasado viernes 7 de junio 64 de nuestros alumnos cerraron una gran e importante etapa en nuestro colegio. Todos ellos celebraron su ceremonia de graduación. Un emotivo acto que contó con la presencia de la alcaldesa de Torrelodones, Almudena Negro, la concejal de educación, Lorena Fernández, y en la que nuestro director, Daniel Lozano, y María García, profesora del centro, ofrecieron unos preciosos discursos dirigidos a este nueva promoción de excelentes alumnos.
Compartimos con vosotros las palabras de Don Daniel de este día.
No acabo de acostumbrarme a dirigirme a vosotros con unas palabras que sean capaces de recoger toda una experiencia de vida. Porque la vida siempre nos sorprende y las palabras se quedan cortas. Además, me siento un poco abrumado. Todos vosotros queridos alumnos, sois capaces de analizar este discurso. Puede que ya lo estéis haciendo. Si he empezado con fuerza, con una anécdota, una frase que despierta interés o por el contrario si he resultado neutro. Sois capaces de extraer la idea principal con claridad, ver cómo se enlazan los temas y con qué conectores. Algunos, los más aplicados, os fijareis en la entonación, las inflexiones o pausas donde quiero remarcar una idea.
Os lo pondré fácil; ahora bajo la voz, levanto los ojos y os digo, pronunciando despacio cada sílaba: “Gracias”. Ahí tenéis la idea principal.
Y extiendo mi gratitud a los padres. Gracias porque nos habéis confiado a vuestros hijos, quienes encarnan la promesa y la esperanza de que la vida sigue adelante. Que donde nosotros como padres o educadores no hemos llegado, ellos lo harán; que donde nosotros no supimos cómo o tal vez no nos atrevimos, ellos confiados y seguros en vuestra mirada darán razón de su esperanza. Miradlos y contemplaos a vosotros mismos. Han llegado hasta aquí y no lo han hecho solos. Han crecido y nosotros lo hemos visto.
Queridos compañeros de claustro. Gracias es la palabra. Decir más es un, mi, estúpido intento de querer completar la realidad.
Por cualquier sitio por el que me muevo en el colegio, veo vida. Un hervidero de vida. Os veo por los pasillos de los que os hablaba el año pasado, con los alumnos más pequeños trabajando en su metodología de rincones, o con los de primaria en el comedor tutorial, en los patios hablando con los más mayores, en la biblioteca, haciendo exámenes o en salas de tutorías con los padres… no puedo más que sentirme sobrecogido. La vida, que no está exenta de sufrimiento, es la trama y la urdimbre de quienes entienden que crecemos en el encuentro y en ocasiones en el necesario desencuentro con el otro. Así el otro es un bien para mí. Vosotros profesores, sois un bien para mí.
Y vosotros, queridos alumnos, vosotros habéis puesto en práctica el Discurso, el arte de la elocuencia. Sabéis hablar bien. Y este es un arte exquisito no exento de riesgos. Porque no se trata sólo de decir palabras bonitas.
Aristóteles, hace mucho tiempo echó en cara a los sofistas, unos tipos que se denominaban a sí mismos “los que saben”, que sus palabras eran vacías, que eran sólo retórica: palabras huecas que no hablaban de la vida; palabras estupendas pero desligadas de la realidad, lejanas al lenguaje del ser humano.
¡Si lo que decimos no está acompañado de una experiencia que cala hasta el alma, no hemos conseguido nuestro propósito!
Si las palabras mueren en sí mismas y no queda ni el eco en nuestros oídos, no valen. Si vuestra palabra no da fruto, si no es entregada ni es un regalo que hace crecer a quien os escucha, el bueno de Aristóteles se revolverá en su tumba y mereceremos que nos abronque.
¡Pero vosotros tenéis algo que contar al mundo!
Sabéis que tengo varios hijos. Los menores, al recordar en casa trastadas de los mayores, piden que cuente también alguna anécdota suya. Es algo muy importante. Cuando dicen: “Háblame de mí, dime qué hice” me están pidiendo: “Ayúdame a saber quién soy”. Porque para descubrir quiénes somos hemos de narrar muchas veces la propia vida, y hemos de escuchar a otros que nos la narran. No los trato a todos por igual, porque cada uno es diferente. Lo que vale y ayuda a uno, no le sirve a otro; y ni siquiera a él mismo un par de días más tarde. Como vosotros. Porque no sois una promoción más. SOIS ÚNICOS, perfectamente imperfectos.
Queridos alumnos, para entenderos, para ser…
¡Contad con elocuencia palabras llenas de sentido!
Contad vuestra historia sabiendo que está tramada con las vidas de otros. Porque el relato de vuestra historia es el lenguaje propio del corazón. Contad de dónde venís, quiénes sois, con quiénes habéis vivido y compartido, quiénes os han hecho ser. En un mundo tan lleno de palabras, tan previsible, sólo los que sepáis reconocernos en otros, herederos de una tradición, tenéis a vuestra disposición un futuro con sentido.
Si os digo que habéis sido un regalo, que sois un don para todos lo que os hemos acompañado, no exagero. Descubrir esto es un misterio. Eres un don, estás llamado a ser un regalo para otro.
No me siento solo orgulloso por vosotros, me siento agradecido.
Que Dios os bendiga.